Corazones latiendo

miércoles, 1 de agosto de 2012

Enamorarse es lo peor.

¿El amor? No quiero saber más de eso. Siempre qué nos ilusionamos acabamos haciéndonos daño. Queremos a las personas qué más difícil tenemos. Tal vez porque lo fácil ya esta conseguido, o tal vez, porque lo difícil se hace tentador. Yo sobre todo, odio sentir la sensación, esa sensación que crees qué por fin ha llegado esa persona, pero de repente termina de pronto, porque la otra persona lo decide así y tú como no, no puedes hacer nada. El amor es cosa de dos, y tú sí la otra persona no quiere, no tienes más remedio qué aceptarlo e intentar olvidarle. Tarde o temprano como una idiota termino haciéndome daño...
¿La última vez qué me llevé un palo?
Realmente hace unos días, pero como apenas lo conocía, ignore todo lo qué sentía por él y seguí hacía delante, no me quedaba otra. Había estado peor, y por eso no iba a estar mal.
¿El palo más grande?
Hace siete meses. Hace siete meses qué me enamoré, me enamoré hasta un límite qué no sabía como pararlo, enseguida supe qué él no estaba enamorado, pero, ¿qué iba hacer yo? Eso no lo podía decidir yo. Tristemente un mes y quince días después se cansó de mí, yo por supuesto no lo quería aceptar que un día me dejase, pero supongo qué no tenía más remedio.
Por desgracia ese día lo recuerdo como si fuera ayer, esa asquerosa sensación de que tú corazón se rompe, qué el mundo se derrumba ante tus pies porque las palabras qué más temías se han echo realidad. Ese día fue un domingo, un domingo del Enero. Un quince de Enero a las siete y media. En ese momento se acabó todo, por lo menos así me lo confirmó él, cada día siempre recordaba los momentos vividos con él y se me encogía el corazón. Poco a poco con el tiempo, los recuerdos seguían ahí y la sensación de su piel, de sus besos, iban desapareciendo, yo, como tonta, lloraba, lo hacía porque no quería qué eso se fuese. Pero como es normal, eso se acabo olvidando, todo se olvidó, todo excepto los recuerdos, eso siempre iba a estar dentro de mí.
Ha día de hoy lo sigo recordando, pero no con la misma sensación qué antes, antes cuando lo recordaba era con nostalgia, ahora es un capítulo más de mi vida, y eso por lo menos para mi significa qué lo voy superando. Qué ya no es tan fuerte como antes, y qué sé qué ya no estaré esperando a qué cambie de opinión. Porque principalmente ya después de siete meses no lo va hacer, y yo desde luego qué no saldría de nuevo con él, no daría dos veces con la misma piedra, para hacerme el mismo daño o peor.
He de reconocer qué muchas veces lo echo de menos, qué he salido con una persona después de él y qué lo único qué he echo ha sido compararlo todo con él, no sabía por qué lo hacía, simplemente quería qué todo fuese cómo antes, y así fue como me dí cuenta qué no estaba preparada para salir con nadie y qué realmente la otra persona no me gustaba.
¿Sí volvería a salir con él, si él me lo pidiese?
No, yo hace siete meses me enamoré de otra persona a la qué es ahora, tenía algo qué me enamoraba y hacía qué sonriese sin yo quererlo, me hacía feliz, ahora cuando lo miro, cuando busco que fue lo qué me enamoró, veo qué lo ha perdido, ha dejado de ser él, o tal vez él no se demostró delante de mí tal y como era, no lo sé. Sólo sé qué ahora no es el mismo chico del cuál yo me enamoré.

Siempre después del primer amor es más difícil volver a confiar en las sensaciones, no quieres volver a enamorarte, porque no quieres volver a sufrir, no quieres qué la misma historia se repita de nuevo, no, no lo quieres. Quieres ser feliz, pero sin qué te hagan daño. No estas seguro de nada de lo qué haces, ni de lo qué sientes, tus sentimientos, tu corazón no están preparados de nuevo, y lo único qué hacen es ponerse barreras y barreras... Sabes qué alguien tarde o temprano llegará y sin tú pedírselo esas barreras quitará del en medio.
¿Tal vez ese es el adecuado?

Me he cansado.

Me he cansado de la gente qué tiene qué ser felices metiéndose con los demás, me he cansado de caer cuando me insultar, de callarme por el miedo a que vengan a por mí, me he cansado de las personas que tienen que meterse con las debilidades de los demás, porque no tienen mejores cosas que hacer.
Qué a pesar de su edad, siguen siendo unas crías, incapaces de pasar de la gente, de los problemas y comportándose como tales.
Me he cansado de darles importancia, de tratar arreglar las cosas cuándo en realidad me están tomando el pelo, esa clase de persona qué no merece la pena volver a darles una segunda oportunidad. Cuándo después de tanto tiempo empiezan a mover mierdas y a decir tonterías, esas son las clases de personas qué te miran por encima del hombro creyéndose superiores a ti.
Estoy de esa clase de persona que hablan sin saber, qué se creen mejores qué todo el mundo que las rodea.
Prefiero ser una niña llorica qué necesita a sus padres, qué ser una descerebrada qué se ríe de las debilidades de los demás.