Corazones latiendo

domingo, 21 de octubre de 2012

De repente.

Y de repente todo cambia.
Todo lo que pensabas que lo tenías guardado, que lo tenías superado, olvidado, enterrado... Sale de nuevo.
De repente, un día sin importar que ocurra, te habla. Vuelves a sonreír como una estúpida delante del ordenador, vuelves a mirar si ha leído lo que le has escrito. Vuelves a todo lo que no quisiste de nuevo que ocurriese.
Desde luego que él no tiene la culpa, la tienes tú, por enamorarte, por creer que era diferente. Por esperar a que él se decidiera, a no pensar que sería mejor que le pusieras un punto final antes de que te hicieras más daño. La culpable eres tú, desde luego. Sabías que ocurriría cuando se marchase, aún así dejaste que todo aquello pasara. Sin importar las consecuencias del final.
Y de nuevo, cuando él te habla para responderte algo que tú le preguntaste hace días, vuelve a salir esa sensación, tu cara contiene una sonrisa de felicidad, tú corazón se dispara a una velocidad que no creíste que volverías a tener, y tienes tantas ganas de decirle que le extrañas, que le quieres, y contarle todo lo que has hecho desde que no habláis, que tienes que parar y recordarte que fue él quien rompió todo eso.
Vuelves a recordar cada momento que viviste con él, cada palabra que te hizo tanto daño aquel día, hace tres semanas y dos días exactamente. Y lo único que sientes, es dolor y lágrimas recorriendo las mejillas de nuevo.
Porque lo más doloroso que hay es amar tanto a alguien y saber que esa persona no es el correspondido.